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Promocional. Hay nombres de las viñetas que se han vinculado al parásito real, el cine, y sin duda les produce pingües beneficios. Vista o instinto |
Estimo honesto prevenir al caveat
lector que hago esta reseña tras ver su contenido de manera parcial, pudiendo
suceder que, a partir del episodio IV, la cosa cogiera el ritmo que esperaba
tuviese desde el I. Recomiendan empezar las historias con un ¡BANG! para crear
“la adicción” y no despegarte de la pantalla hasta que, o acabas la saga, o
abandonas por completo hastío, de lo miserable, infame, aburrido o WOKE que es el espectáculo.
Aunque empezando prometedora (primeros diez
minutos, ¿vale?), pronto la serie exhibe incongruencias que ofuscan un poco la
propuesta… o demasiado, según sea su decurso. Luego, la protagoniza un
boxeador, tal como digo; lo pregona cada achatado rasgo la cara del actor que
encarna a FRANK CASTLE (en nueva recreación de su pasado. Siguiendo
así, parecerá EL JOKER de LA BROMA ASESINA: Unas veces recuerdo mi
pasado de una manera, otras de otro… Lo justifica contextualizar con la
actualidad), distinto del “estilizado” de las viñetas, o el lacónico RAY STEVENSON.
No entendía por qué deja de castigar Castle,
que vistió al comienzo su característico peto antibalas con cráneo estarcido en bianco; empero luego lo quema para
ponerse a derribar a lo bruto muros en una obra en la que trabaja. De inmediato
conocemos a la agente DINAH-algo-más (de “rasgos semíticos”, o sea, moraca) y
su despacho en una de esas siniestras agencias parafascistas de seguridad nacional
de los Estados Unidos de las Américas, cargando un legajo lleno de
comprometedoras sospechas de actividad chungo-narcotraficante de Marines,
investigadas durante sus tiempos de policía en Afganistán, y cómo un comando de enmascarados deja
listo de papeles a su compañero arguyendo era traficante dispuesto a financiar
otro 11-S 2001, o parecido. (Cuántos inocentes habrán asesinado esas agencias escudándose
en que era actividad antiterrorista.)
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La Santísima Trinidad que lleva sobre sus hombros la carga de vengar el crimen allá donde se produzca, o al menos eso pasa en las viñetas |
Dinah huele la mierda burocrática en todo el papeleo y promociones que recibe. Traérsela a Manhattan semeja soborno para que olvide el asunto. Intuye tal distractiva promoción busca esconder algo mucho más pernicioso de lo imaginado, un chanchullo colosal interno más relacionado con el lucro personal de los mandos que con proteger al ignorante redneck de la América Profunda Protestante Pro-TRUMP.
Entre los sospechosos de su lista: Castle.
Y no desbarra demasiado. Castle estaba en la pomada, aunque a otro grado. Por
otra causa. Aunque ahora está muerto para el Sistema.
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Un giro "interesante": viejos camaradas de armas se volverán enemigos irreconciliables. O sea: síndrome de BATMAN y DOS CARAS |
Me desconcertaba de la serie (que intenta
humanizar a EL CASTIGADOR, constante alma en pena por el —vengado— asesinato
de su familia, haciendo que acuda a reuniones de vets a los que el país está
tratando como a mierda, con o sin estrés postcombate o mutilaciones) que Castle
fuese un antisocial marginado currante del palaustre, para así provocar de
algún modo que Dinah y él chocasen, se aliasen, luchasen contra el crimen.
Castle podía seguir siendo Punisher; asumir que los asesinos de su familia eran ramas de un
árbol, o árboles, y que convenía talarlo para exterminar el Mal, como en las
viñetas. Podía entroncar su relación a posteriori con Dinah, la cual
considerara a Castle ora una fantasía punitiva policial/seria amenaza para la
Sociedad, desperado que aplicaba su ley justiciera atendiendo sólo a la
recta línea de su criterio, y ambos colaborar para eliminar las inquietudes de
la agente, por ser concordantes con los objetivos de Castle. Desplegar toda esa
tramoya harto vista pero imprescindible. No; lo complican sin necesidad.
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De terapia... o su esbozo. Un país ingrato con sus soldados traumatizados les reduce a este sitio de aspecto marginal, cutre |
Otra peculiaridad es que esos personajes marginados van con gorra de béisbol y capucha, como procurando evadirse de algo, o ser esa vestimenta distintivo de superhéroe de algún tipo que permita reconocerse entre sí. Teatral truco de viñetas, vaya. Lo cierto es que, con su indeciso aire a la más expeditiva THE SHIELD, a TV “de adultos” de comienzos del milenio, este Punisher castiga a pocos criminales, sustituyéndolo por una atmósfera de indefinible suspense manido que hubiera podido dar al traste con la saga, al desencantar al espectador. Veremos los restantes (cuando podamos). Parece va a más/mejor.