miércoles, 3 de noviembre de 2010

LA CARRERA DE LA MUERTE DEL AÑO 2000 – UN FANTASMA RECORRE LA CARRETERA

Afiche de la película. Contiene todos
los ingredientes que muestra la cinta
Basado en el cuento EL CORREDOR de IB MELCHIOR (inspirado por una carrera automovilística que vio, donde descubrió que la gente vibraba más cuando un piloto se pegaba el toñazo padre que con el torneo en sí), la película, pura SERIE B cojonuda, narra tres días de una competición continental que parte de Nueva York  para terminar en Nuevo Los Ángeles (barrenada por las nucleares de la guerra del 79) y proclamar al vencedor del evento, donde no prima tanto la destreza al volante y la velocidad como saber empitonar transeúntes y enredarlos en el parachoques, sumando puntos que encumbren más que llegar primero a la meta.
Melchior se mostró contrario al criticar la película. No era lo que él escribió pero admitía que habían captado la esencia de la historia: la gente se pone como motos viendo sangre y tragedias. Este gusto por la casquería es catarsis de masas que procede de Roma y los gladiadores. Creo que fue uno de los HERMANOS MACHADO el que escribió que había aficionados que iban a los toros no a ver al matador hendir el lomo del animal (analogía de la penetración, por cierto), sino para verle dar vueltas por el aire sangrando, gozando de ese instante de sobrecogido estupor… donde satisfacía un anhelo inconfesable que anidaba en lo más hondo del alma. Sostengo que, en justicia (ya que tanto afirman los apegados a la fiesta nacional que viene a ser como un OK Corral), el toro que cornea a un torero debería ser devuelto al campo, y que produzca otro rival digno. A ver cuántos chulos iban a vacilar de pelotas prietas después de eso.
FRANKENSTEIN: el rostro del antihéroe. También eso, en
sorna, explora esta película de PAUL BARTEL: la
evolución de la iconografía; los nuevos "héroes"
El filme, protagonizado por DAVID CARRADINE, que traslada a su hierática interpretación del cyborg FRANKENSTEIN la parsimonia filosófica del PEQUEÑO SALTAMONTES, y un SYLVESTER STALLONE previo a ROCKY y prófugo del porno, es cafre, divertido, sarcástico, irónico, imaginativo, crítico, y desprende esa extraña aura, ligeramente pulverulenta, de las películas post cataclismo de los 1970, donde el daño parecía palpable. Complementan el reparto algunas figuras televisivas, así como un surtido plantel de beldades cuya función era atraer al personal masculino, que veía con ellas colmado todo el espectro: motores potentes, velocidad extrema, alardes, sensación de potencia y control, sexo. Pero conforme al giro cretino que está dando hasta su completo colapso esta sociedad “igualitaria” (¿pues no que van a regular hasta lo que deben jugar los niños en el cole? ¿Cuánto van a intervenir más en la esfera íntima del individuo sin sentirnos en 1984? Vaya con los garantes rojos de la libertad), La carrera de la muerte del año 2000 debe ser perseguida, borrada, quemada. Propaga “valores” machistas (la fuerza, el dominio, la velocidad, el sexo) que deben censurarse con total brutalidad. Concordaría con la política totalitaria descrita en la cinta.
SIMONE GRIFFETH es más que una copiloto-florero. Su
exuberancia adorna algunos momentos de la película.
De beldades no anda escaso el metraje, por cierto
Mala uva rebosa esta película producida por ROGER CORMAN (no hay que recordar quién es y cuánto le debemos, ¿verdad?). Debajo de todo el aparatoso tuneado de los coches y los iconos de tebeo (Frankenstein, JOE VITERBO, MATILDA LA NAZI), está el mensaje cítrico dirigido hacia la sociedad “bien pensante” que disfruta con estos espectáculos miserables y sanguinarios. Critica, incluso, a los/las que dicen nunca ver TV… pero comentan el programa más zafio y rastrero de la parrilla con gran pasión. Denuncia que hasta esos ‘encumbrados moralistas’ necesitan de la suciedad de las pasiones más primitivas para sentirse vivos, auténticos. Los imperios que nos han gobernado surgieron de un impulso básico, la codicia, que luego, para autojustificarse y explicarse ante el juicio del futuro, envolvió de oropel, de creencia de que aportaban luz y civilización al mundo (algo de eso habría también). Incluso ISAAC ASIMOV, a quien siempre he visto como el promotor y valido de las sociedades eugenésicamente puras y sabias, mas estériles, entendía que cierto grado de impureza conviene posea a un organismo, que lo excite a depurarse. A batallar.
STALLONE ejercitándose para RAMBO. Como JOE
MACHINE GUN VITERBO es un bruto avieso y celoso
La carrera de la muerte del año 2000, con todo lo que ha llovido y hemos visto hasta ahora, puede suscitar nuestro cariño nostálgico, pero sus atropellos no impresionan (bueno, sí, PAUL BARTEL se las apañó para darte el susto aún) tanto como cuando se estrenó. Y se le pueden señalar unos cuantos defectos propios de la factura económica (no barata; no merece ser deslucida con esta palabra) como se rodó. Pero tiene tal fuerza su mensaje, la imaginación que la envuelve, que hace del todo/completamente deficitario el “remake” de PAUL ANDERSON.
La carrera de la muerte del año 2000 se hace cósmica al contraste. Con más medios, más libertad para contar, pudiendo rodar bestialidades gores cometidas al volante, sin miedo a mermar la taquilla porque de eso va la película y es lo que se espera ver, Anderson lo más que ha hecho es rodar tiroteos Tiroteos TIROTEOS supliendo así las interpretaciones, el humor negro-y-macabro, la crítica social, las sornas suculentas, de la película original.
El impresionante camión-fortaleza del remake de PAUL
ANDERSON. Poco más puede legar esa película al futuro
Creo que al tío se le llenaron los sesos de voltios pensando en el pedazo de camión-fortaleza rodante que sale a la palestra, y ya no veía nada más. Es como si se le hubiera metido en los huevos recrear y superar algunas secuencias de EL GUERRERO DE LA CARRETERA y, ¡por sus muertos!, que las hacía o reventaba. Y reconozco que, embebido en el contexto de su película, son escenas trepidantes. Pero, y admitiendo mi predilección por tales momentos, mucho más aprecio el acabado de alta ironía que dio Bartel a su cinta. La de Anderson me parece desaprovechada, minimalista.
En La carrera de la muerte del año 2000 
Cartel del remake. El Frankenstein de la
peli de Bartel era un cyborg absoluto.
El de Anderson huyó de un culebrón.
En imaginación, deficitaria total

aseguran: ¡Mil millones ven la carrera! ¡Máxima expectación!, y vemos unas gradas abarrotadas de fans que trasladan esa idea. En el “remake” sale la frígida esa diciendo: Tenemos tres mil millones de espectadores ON LINE. Pero te cuesta creerlo. En la calle, la gente no habla de la carrera. Los iconos de la competición no influyen para nada en el día-a-día ciudadano, al contrario que en el filme de Bartel (recordemos a la adolescente que ofrece su vida a Frankenstein para que puntúe, o a los médicos colocando a los ancianos al paso de su coche, la enfermiza ansia de Viterbo por ser el más aclamado). Anderson actualizó la floja adaptación de EL FUGITIVO, de STEPHEN KING, rodada como PERSEGUIDO, añadiéndole el almíbar favorito del cine americano: la esposa muerta y una niñita desvalida. Culebrón.
Pero tiene algo bueno: hace que la que, en principio, debería ser la cutre-y-casposa, la deleznable, hoy día (al menos, para mí) sea titánica. Insuperable, no, pero sí muchísimo mejor que una producción abarrotada de dólares y FX de primer orden. Y todo, por mor de hacer tronar las ametralladoras, nada más.
Vuestro Scriptor.