lunes, 3 de enero de 2011

FÁBULAS DE ROBOTS – CON LA VENIA DE SAN ELECTRICIO

Una de las cubiertas españolas del
libro reseñado. No es obra infantil,
forzosamente...
La de STANISLAW LEM fue una de esas lecturas que hallas inesperadamente. Al reflexionar sobre el suceso, parece como si una fuerza ajena te moviera igual que guía al zahorí que sostiene la vara, apuntando en dirección a cierto libro, pasando por encima de reputaciones ya asentadas, que son garantía de éxito, de buena lectura.
La fina ironía que impregna algunos textos de Lem suele ser el motor que anima a su lectura, y cuando reparas en la fecha en que se publicaron, adviertes que posiblemente fuesen relatos en verdad innovadores (hasta qué punto transgresores, no lo sé; lo más, puedo especularlo), materia que sacudiera un adormecido o acomodado espectro de la ciencia ficción dominado por una sesuda influencia, así como una pléyade/cohorte de seguidores y editores dogmatizados por la vehemencia de sus postulados.
En los quince cuentos que contiene este recopilatorio, Lem consigna su fe en la maña, más que en la fuerza, la inteligencia y la creatividad del genio (humano) a la previsión implacable de Dios, el mérito y el esfuerzo sobre los privilegios (o los carnets del partido). Lo hace de modo ameno, tranquiiilo, sereno, buscando siempre un pequeño chiste que haga mucho más cómoda la lectura; lo transforma en un vehículo de lo que fabula con tu mente. No desdeña la aventura (como demuestra en relatos como LOS TRES ELECTROGUERREROS o DE CÓMO ERG AUTOEXITADOR VENCIÓ A PALIDUCHO, símil de la búsqueda del VELLOCINO DE ORO más que del GRIAL), pero incrustándole su convencimiento en que la cultura derrota a la violencia y que un cierto grado de desenfado ayuda a sobrellevar el mundo.
STANISLAW LEM en 1966. Su sonrisa
irónica produce la impresión de que, de
profeta de la ciencia ficción, él poquito
Todos estos relatos (exceptuando EL AMIGO DE AUTOMATEO, el más flojo opino, y situado en un lugar que hace peligrar el querer leer los restantes) siguen una línea pedagógica de acción, al tiempo que incluyen crítica social, lo bastante suavizada como para que pueda superar los distintos grados de censura con los que topara (no seamos ingenuos: Lem escribía en la Polonia comunista, y la URSS no era, desde luego, el más liberal, abierto y poco intervencionista gobierno de la Historia), logrando así llevar el mensaje hasta quien, buen entendedor, lo comprendiera (LAS OREJAS DE URANIO). Quizás en el fondo sea cierto, y es en los regímenes opresores cuando más brillante se vuelve el ingenio y la capacidad de metáfora alcanza grados de perfección.
Envueltos en un halo de “cuento de hadas HI/TECH”, Lem despliega sus conocimientos científicos y hace postulado por una (benevolente) tecnocracia que llega, no obstante, y en algunos casos, a ser tan peligrosa como los gobiernos donde fuerzas más simples, o ancestrales, quizás barbáricas, se imponen. La presencia de un ente superior, de Dios, como motor creador o inspirador, es nula o, a lo sumo, pudiera tal vez ser la del aura de maravilla remota y de tiempos lejanos-lejanos, de nieblas de Avalon, que rodea ciertos aspectos del peligro, la Historia, el suceso.
...al contrario que SAN ISAAC ASIMOV. El retrato
de ROWENA MORRILL lo dice todo; no: falta la
REINA DE SABA a sus pies, elogiándole
Lem no puede escapar a un poco de lobreguez supersticiosa, porque entonces la fuerza de lo que pretende contar se diluiría. Las leyendas suelen proceder de la exudación brumosa del légamo de los miedos a las cosas que no se podían explicar en la era de los mamuts y que nuestras células han transmitido. Lo retrata en LOS DOS MONSTRUOS, donde un ente mecánico-fantasmal surge de entre las ruinas de una ciudad devastada y se entrega a la destrucción sin pausa. El Lem científico impone una solución material al problema, enviando robots a combatir al “espíritu”, luchas donde éste demuestra su carácter sobrenatural, resucitando entre los ruinosos parajes devastados que causan pavor a los habitantes (minerales) de ese planeta. La solución final es, también, de carácter “mágico”, pero conlleva la devastación total.
No sólo en Las orejas de uranio Lem critica las tiranías; repite en EL REY GLOBALDO Y LOS SABIOS y LEYENDA DEL REY MURDANO, pero, en el primer caso, aplica su saber a la revolución sangrienta y las revueltas y encuentra una manera de derrocar al déspota “usando la cabeza”. Claro que, al ser un entorno de entes mecánicos, sus soluciones se ajustan a su naturaleza; toca adaptarla a nuestra propia circunstancia.
FRITZ LEIBER de romería. Otro escritor que no se
tenía ni de ídolo ni destinado a la idolatría
Siempre destaca esa faceta docente en su obra; el más claro ejemplo también está en ese cuento, que empieza hablando de un “gran ingeniero” dedicado a iluminar las nebulosas y, es posible, a enquiciar el Universo. Falta Dios en este relato; lo suple un apasionado, diligente, prudente y aplicado mecanicista que rinde su vasto conocimiento al Cosmos sin esperar de él más que saber que ha cumplido con su tarea. La veneración, en todos estos casos, se la debe a la Ciencia, que es el alma, o materia impalpable superior, que orientó los pasos de este especializado currante (o de los otros que protagonizan algo) para dar vida a lo que yacía inerte entre los demás minerales.
Pero si bien prefiere Lem en estos relatos entregarlo todo a los ingenieros y mecánicos, no ignora tampoco los peligros que la Ciencia puede tener. Hace ver que una fuerza inspiradora, creadora y regeneradora es un peligro de aniquilación absoluta (CÓMO SE SALVÓ EL MUNDO) si la manipula gente de ego exacerbado o ambición enloquecida, cuya soberbia entonces los transforma en simples chapuceros.
Afiche de ROBOTS... a lo Lem, no a lo
Asimov. Estos piensan solos
Esto lo consigna en los tres últimos relatos que componen este recopilatorio, dedicados a los sabios CLAPAUCIO y TRURL (¡irritantes en CIBERÍADA!), que son esencia de esos grandes creadores-rectificadores de nebulosas y de entes mecánicos andante-parlantes-pensantes, pero que, al ser de “segunda generación” (o seres más pasionales, menos intelectuales), tienden a causar daño antes que beneficio, y sin proponérselo siquiera. Acaso, el cuento de LA MÁQUINA DE TRURL (un ídolo aparatoso y obtuso) pudiera contemplarse como una analogía sobre las bombas H, cuyo estimado poder disuasorio también podía aniquilar al creador, tal como se lee en la fábula. Es una teoría, nada poseo que la confirme.
Siempre he intuido una cordial rivalidad entre Stanislaw Lem e ISAAC ASIMOV. Los veo como la misma fuerza en polos opuestos, antagónicos e irreconciliables, aunque capaces de sostener una civilizada desavenencia. Un poco Clapaucio y Trurl. En estas historias, Lem presenta al Hombre como el máximo peligro posible (sobre todo, merced a su astucia, combinada con una sensación de arrogancia de ser superior), mientras que Asimov lo muestra como el Purificado Supremo, que pese a poder tener días malos y tomar decisiones equivocadas, eso no le hace menos superior, y a los robots, herramientas de distinto grado de sofisticación, esclavos siempre. Es una “ciencia ficción de clases”. Lem, a sus máquinas, les otorga identidad, entidad, independencia, civilizaciones en algunos casos surgidas del miedo al amo humano (el paliducho). A través de los robots como motor de sus historias, acaso logramos apreciar bien sus respectivas idiosincrasias y motivaciones, que quizás también sean reflejo de las épocas y lugares donde los autores vivían, y cómo transferían esas percepciones al corpus de su obra. No es una posibilidad a desdeñar.
Vuestro Scriptor.
HARRISON FORD como RICK DECKARD. Según
lo entiendo ahora, un ejecutor marca Asimov de
robots que aspiran a su identidad y libertad
Documentación adjunta: