miércoles, 25 de enero de 2012

DUNE (II) – ESCLAVO DE LA LEYENDA

La cubierta donde destaca STING
maqueado de FEYD-RAUTHA
HARKONNEN. Tradujo el libro
DOMINGO SANTOS (sin parentesco)
Es como si el primer Dune (recordemos sus secuelas) fuese el testamento literario de su autor, FRANK HERBERT. La solidez de la obra, complementada con apéndices que incluyen un glosario incluso, hace sospechar que su autor no confiaba en volver a publicar otra novela jamás, aun hallando oro en esta fábula. Por eso puso toda su alma en ella, dio lo mejor de sí para que, en la posteridad, pudiéramos recrearnos en su prosa y el número (importante) de virtudes que acumula el relato.
Accidental o intencionadamente, la edición de SALVAT dividió la novela en dos entregas. La primera ofrecía un interesante y rico escenario futurista (situándonos pasado el año diez mil y pico, pero no parece que ‘después de Cristo’, sino con arreglo a una nueva cronología, que se ajuste mejor a los viajes estelares que son frecuentes en la época) en que, pese a ser tan remota fecha, “cuanto más cambian las cosas, más siguen igual”, que diría SNAKE PLISSKEN. La segunda… Bueno, a eso vamos.
FRANK HERBERT celebrándolo: ¡podía
continuar la saga!
Dune sucede en un nítido Cosmos feudal; rige la Galaxia un Imperio plagado de luchas intestinas fruto de conspiraciones de alta intensidad; los nobles que gobiernan los planetas brindan su apoyo al Emperador SHADDAM PADISHA IV, quien ‘lo agradece’ con prebendas varias. La lealtad al Emperador es, no obstante, materia volátil y él se ve forzado a garantizar su reinado tanto por la fuerza que le proporciona su temible ejército de elite, los SARDAUKAR, como alentando las conjuras que maduran las Casas Nobles del LANDSRAAD, ese arma de doble filo, pues tanto respalda como abandona. A este juego se suman los mercadeos de la CHOAM y las conjuras de la COFRADÍA estelar que tripula las naves espaciales. Así distraídos, no amenazan el trono imperial.
Debido a esto, precipita la ruina del popular DUQUE LETO ATREIDES de CALADAN enviándolo a ARRAKIS, el planeta infernal pero extraordinariamente rico gracias a la especia, droga eugenésica con poderes predictivos. El Duque, hombre íntegro y honorable, gana ascendente en el Landsraad y podría reemplazar al Emperador, pues el Imperio, pese al boato de su oropel, está corrupto hasta la médula.
Portada de una de las tales secuelas.
El hombre estaba lanzado, sí, señor...
Empleando como sicario al mórbido y perverso BARÓN VLADIMIR HARKONNEN de GIEDI PRIME, enconado enemigo Atreides, el Emperador se libra de éstos últimos apoyando, en secreto, una importante invasión militar de Arrakis. Pero no logra exterminar absolutamente al linaje Atreides, porque PAUL, hijo y heredero del Duque, y su madre, DAMA JESSICA, embarazada de la segunda hija de Leto, consiguen huir, refugiándose entre los peligrosos y dogmatizados nativos arrakenos, los FREMEN (esto de ‘Fremen’, ¿es una contracción de “free-men”? Tal lo parece).
Ahí termina el primer libro. El segundo narra cómo el credo que constituye la columna vertebral fanática de los Fremen transforma paulatinamente a Paul y, en menor grado, a Dama Jessica. Al principio, la BENE GESSERIT (una organización femenina de taimadas conspiradoras que cultivaron ciertas facultades mentales capaces de influir en el cuerpo, grupo de amplia infiltración en la política del Imperio) aprovecha en beneficio propio el curtido conjunto de ‘creencias’ implantadas antaño por otra Bene Gesserit, pero orientado a la supervivencia de Paul.
...como demuestra esta otra novela
Mas según avanzan los sucesos y “van encajando” en “el mito” (que ambos conocen, y, por tanto, pueden manipular las circunstancias a voluntad para que pasen tal como se espera), la leyenda urbana Fremen los fagocita. El flamante Duque Paul Atreides de Arrakis pierde del todo/completamente su identidad (¿acaso no le ocurre a todos los profetas, cuyo mensaje adulteran los seguidores y/o conversos?) y se vuelve mesías, sin poder evitarlo. Se va erigiendo en torno suyo una prisión a la que, en principio, intentó oponerse, destruirla, para que jamás acaeciera su aterrador clímax (una salvaje yihad —palabra que pronto empezaremos a temer— que devore con fuego y ahogue en sangre la Galaxia en su nombre).
Aún debe haber una solución, se amarga Paul en buscar antes de ser absorbido por el mito, al que se abandona aceptando sus dimensiones finalmente, pues descubre que él no es un sujeto, sino un trágico juguete del destino.
Y la ausencia del creador no impide
que nos aturdan con nuevos relatos
(de cuestionable calidad, imagino)
Herbert previene sobre la fuerza de los fanatismos intolerantes religiosos en su extensa obra, dividida en tres partes más los apéndices. Y, en este empeño, comprobamos que según Paul y Dama Jessica van amoldándose a las fabulaciones místicas Fremen, menos agradables se hacen. Dejan de ser personas que ironizan sobre su papel aparente en la Historia para volverse entes metahumanos. No iconos. Tampoco arquetipos. Sino formas sobre pedestales. Y Herbert parece también quedar engranado en su mitología en el proceso de glorificar a Paul, pues la idiosincrasia Fremen, su virulenta religión, adquieren suma relevancia y nos va privando del gran espectáculo que es esta Galaxia, sembrada de planetas no menos interesantes y sus noblezas regentes.
Refresca leer los sucesos que transcurren en Giedi Prime o en la Corte del Emperador más que lo que ocurre en torno al ‘mesías’ extremista Paul, que se distancia a cada página más y más de nuestro afecto. Acaba transformado en una extraña máquina que desconcierta aun a sus más leales acólitos, llámense GURNEY HALLECK o STILGAR, el caudillo Fremen. (En cambio, de CHANI, esposa de Paul, sólo recibe adoración absoluta aun por la más mínima-nimia decisión.) Deja de ser, Dune, una ficción para transformarse en una hagiografía de la tórrida arena del desierto y sus habitantes con ascendente islámico.
Otra más. BRIAN HERBERT y KEVIN
J. ANDERSON sí que están gozando
de los beneficios de esta aventura.
Para que luego hablen de culebrones
Mas se atisba un esfuerzo por compensarlo: Herbert desarrolla el personaje de FEYD-RAUTHA HARKONNEN, parejo a Paul en muchas cosas. También Feyd-Rautha procura ‘encajar’ en cierto esquema que germinará produciendo un ser humano super-Bene Gesserit (el KWISATZ HADERACH, el ANAKIN SKYWALKER de Dune, para entendernos) que será coronado Emperador y aportará una Edad de Oro a la Galaxia, aunque en verdad será un instrumento Bene Gesserit para dominarla. En todo sentido, Feyd-Rautha es el Reverso Tenebroso de Paul, sí.
Pero debemos felicitar a Herbert pues quedó inmortalizado merced a esta obra, donde impera un claro mensaje ecológico, que en la época de su publicación (1965) empezaba a producir tenues espasmos en la Sociedad Americana, aunque tardaría en concienciar al colectivo como sucede ahora. Sin duda, Dune merece su lugar destacado por méritos propios. Y conforta descubrir que el talento continúa siendo una constante universal en un escenario como el actual, donde tantas mediocridades son entronizadas.
Vuestro Scriptor.
Documentación adjunta:
http://unahistoriadelafrontera.blogspot.com/2011/06/dune-i-cae-el-cielo.html
http://unahistoriadelafrontera.blogspot.com/2012/01/dune-el-imperio-matriarcal.html