domingo, 18 de marzo de 2012

EL PEQUEÑO MUNDO DE DON CAMILO – FÁBULAS DEL PO

Afiche original de 1952.  Yo no clasificaría
este filme de "religioso". (Como tampoco
recomiendo la versión de TERENCE HILL)
Puede considerarse esta película de JULIEN DUVIVIER una predecesora de aquellas otras protagonizadas por TERENCE HILL y BUD SPENCER, donde una catarsis de tortazos resolvía algún problema. A veces, don Camilo (FERNANDEL) y PEPÓN, alter ego de GIUSEPPE BOTTAZZI (GINO CERVI), tropezaban con una circunstancia que debían solventar con sólidos argumentos “digitales”, sin excluir, llegado el caso, recurrir a garrotes, banquetas o mesas.
Eran riñas propias de colegiales, y de gente que se conocía perfectamente; no mediaba nada personal, una inquina retorcida y salvaje, encostrada envenenando el alma, en todo esto. Era el modo más económico de atajar hasta la solución.
Duvivier intentó ser muy leal al material escrito, a modo secuenciado, de los cuentos de GIOVANNI GUARESCHI, quien en 1946 lanzara, de forma accidental, a su grueso cura y su grueso alcalde comunista a la palestra literaria para nuestro deleite y debate. Y, en verdad, una vez se ve a Fernandel interpretando a don Camilo y a Gino Cervi como Pepón, imposible imaginarlos de otro modo, gente fornida y grande con amplio repertorio de ademanes que aumenta la intensidad de su parlamento o actuación.
Victoria comunista municipal tras la II Guerra Mundial
en el pueblo de don Camilo. En cabeza, exultante
 PEPÓN (GINO CERVI)
Entre ambos adversarios (no enemigos) se alza la talla parlante del CRISTO crucificado que preside la iglesia de don Camilo (voz en “off” de RUGGERO RUGGERI). Fue este detalle, un Cristo que habla, y con pleno entendimiento de las debilidades humanas, el que me atrajo de todo este asunto. Por el pelaje del filme, Don Camilo tenía muy poco retrato y relato. Parece otro panfleto moral de la Iglesia en que el sacerdote, encarnando una posición moral rígida, se lleva media película hablando de Dios, la grandeza de Su creación, los sacrificios de JESÚS, etc. (la habitual murga clerical que está vaciando las iglesias, mensaje al margen de la realidad actual), cebada con una trama sobre un romance, una infidelidad, un aborto. Vaya: EL DERECHO DE NACER pero mangoneada por un párroco inflexible.
Don Camilo ante su mejor amigo y confidente, el CRISTO
crucificado (voz off de RUGGERO RUGGERI), lamenta ese
triunfo "de la barbarie". JESÚS le replica, moderándole
Pero el Cristo replicaba y censuraba a este cura que, por mor de su sotana, estaba sujeto a la prédica eclesiástica. Y eso ya hacía distinto, y apreciable, al filme. Por otra parte, debe reconocerse que la Iglesia va de una historia y a ella debe consagrarse: el matrimonio heteroX, la defensa de la vida nonata, el lugar (doméstico) de la mujer, la familia. Puede o no gustarnos su texto, pero de ahí a que los medios de izquierdas los censuren por celebrar una misa, competencia de la Iglesia, va un mundo. Estos detalles revelan lo rastrera que puede ser la Izquierda, qué fecundo veneno vierte la progresía.
El mítin de la victoria. Destacan en la tribuna EL BRUSCO
(SARO URZI), EL FLACO (MARCO TULLI) y EL PARDO
(GUALTIERO TUMIATI)
Pero también vamos aviados con los conservadores. Don Camilo no puede tragar con que se atrincheren tras “antiguos privilegios feudales” para tratar a la gente como un producto desechable que descartan cuando les han exprimido todo jugo. Así, don Camilo tiene a la izquierda a Pepón y sus camaradas, y a la derecha a los terratenientes e hipócritas conservadores denostándolo de “cura bolchevique” porque el párroco exige un salario justo por un trabajo justo, cosa, por otra parte, del todo/completamente decente y cristiana.
Por esto entiende a Pepón y apoya su lucha. No transige, empero, con las majaderías que, so pretexto del “progreso”, la izquierda abandera. Llega la hora de las tortas. Por fortuna, en el centro está el Cristo, y don Camilo se sabe más que protegido gracias a Él.
Y con campanas censoras acota don Camilo, sacerdote 
inhabitual, desde su atalaya, los excesos verbales del orador
Don Camilo, con su Cristo orador, se hace aun revolucionaria, opuesta a un mercado (filmado) de hagiografías y curas mártires por causa de su fe. Y tanto sabía Guareschi que lo que escribía era diferente que aisló a sus combativos y humanos (muy humanos) personajes dentro de UN MUNDO PEQUEÑO, en esa franja de tierra italiana de la Baja a orillas del Po, río a un tiempo receptor y transmisor de esos alucinantes sucesos.
Los ROMEO y JULIETA de la Baja: MARIOLINO (FRANCO
INTERLENGHI) y GINA (VERA TALCHI). Su romance
dará aún más sustancia a esta película
La película de Duvivier, aparte de presentarnos y ponernos en antecedentes a los principales actores de esta tragicomedia agrícola, don Camilo, Pepón, EL BRUSCO (SARO URZI), EL FLACO (MARCO TULLI), EL PARDO (GUALTIERO TUMIATI)…, relata un puñado de cuentos escogidos del primer recopilatorio publicado. Empieza en el verano de 1946, con el triunfo municipal de los comunistas en las elecciones. Lo usual en el medio rural, por otra parte.
Don Camilo (un Fernandel que rebosa energía) parece aislado en su iglesia, padeciendo lo que considera un atentado al sentido común y la decencia, y así se lo expone al Cristo, que intenta enquiciarlo con mesurados argumentos.
Don Camilo contra los rojos de la ciudad, a los que no
soportaba. Acciones expeditivas como ésta acabarán
acarreándole problemas
Si bien los relatos incluían referencia a la Segunda Guerra Mundial, la labor de los CAMISAS NEGRAS y la revancha de sus víctimas, intentando Guareschi efectuar una crónica de una cotidianidad que galvanizaba la Italia de postguerra, Duvivier despoja su filme de todo eso. Lo ciñe a un plano doméstico, potenciando la comedia, el medio que empleó Guareschi para colar sus parábolas. Así, la subtrama del filme desarrolla el romance entre GINA (VERA TALCHI) y MARILINO (FRANCO INTERLENGHI), enfrentados en lo político pero unidos por el amor con tanta fuerza como sus ideologías los separa, pasión que los sitúa al borde del suicidio.
Pero siempre hay un momento de entendimiento y
cordialidad entre Pepón y don Camilo, en los que muestran
la generosa calidad de su humanidad
El entresijo de su relación enmarca las demás vivencias extraídas de los relatos elegidos para formar la cinta. Duvivier realiza un trabajo neutro, una filmación sin sobresaltos de montaje o experimentales giros argumentales, descargando en las anchas espaldas de Fernandel y Cervi el metraje. Hacen una excelente interpretación de sus personajes, atrapados en un conflicto mucho más amplio y avieso de lo que ellos quisieran. Si les dejaran, quizás lograran que todo fuera mejor. Al menos, llegarían a un “punto de entendimiento”, los tortazos, que, como Juicio de Dios, diera la razón al justo.
Decididos a hacer de Don Camilo franquicia sustanciosa, Duvivier termina la película enviando al exilio al sacerdote, castigo por su implicación en una pelea contra Pepón y los suyos, cosa muy reprobable en un arcipreste. El libro acaba con la investigación del frustrado intento de asesinato de don Camilo, breve saga que orea, otra vez, las perniciosas consecuencias de la alianza de la política y los malos sujetos.
Don Camilo, tras su última barrabasada, va al exilio. Y sus
adversarios le brindan una despedida que no es un adiós,
sino un "hasta pronto, don Camilo"
Don Camilo puede verse como una pequeña ventana a un mundo pasado en el que, al menos, los bandos estaban definidos, no como ahora, donde la incesante obsesión por ‘el centro’ ha mezclado tanto las tendencias que son irreconocibles. Es un amable ‘fósil’ al que recurrir en ocasiones, solazándose con su falta de malsanos extremismos.
Vuestro Scriptor.

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