miércoles, 15 de enero de 2014

ROLLERBALL — ANSIA DE VIOLENCIA

Afiche foráneo. Sobre la pulcritud de
las nuevas normas sociales, imperará
la violencia más primitiva y radical
Probablemente, la más conocida, influyente y esclarecedora distopía, filmada por NORMAN JEWISON sobre guión de WILLIAM HARRISON. Si bien recuerdo, es también autor del relato base del libreto.

Acusan a Rollerball de ser excesivamente ceremoniosa consigo misma (una causa, la BSO con temas clásicos —!—). Tal vez, pero prefiero pensar que desarrolla un augurio que va cumpliéndose con inexorable exactitud. Mas, inmersos en el momento en que sucede, nos cuesta apreciarlo.

Hay que reconocerle, a la Sociedad Corporativa regente del mundo del Rollerball, que no negó la naturaleza salvaje del Hombre (reflejo del amor de Dios por la violencia; la creó en abundancia) y la arropó con un espectáculo multimedia internacional que perseguía dos fines: de catarsis y enseñanza.

JONATHAN E (JAMES CAAN) lidera el juego; aquí,
lanzado al triunfo una vez más. Nada hay para él fuera del
triunfo, con el que desafía a sus elegantes superiores
Rollerball esboza un mundo utópico. Dejaron de existir la necesidad, la guerra o numerosas enfermedades (o adicciones; en este entorno, la droga es legal, pero no parece causar yonquis —una fabulación absurda y constante de la ciencia ficción—). El populux reside en hermosas urbes de sesgo futurista/BUCKMINSTER FULLER, ordenadas y limpias. El caos produce algo más que inestabilidad: carencia general de beneficios. Todos, en apariencia, son felices. Todo pueden tenerlo, efecto de un ensalmo materialista que logró ahogar las inquietudes espirituales o existenciales.

BARTHOLOMEW (JOHN HOUSEMAN) es el rostro afable
y educado de las Corporaciones que ahora rigen el mundo.
Bajo su apariencia cortés y blanda, el acero de las decisiones
inapelables que deben obedecerse sí o sí
Por lo común, en las utopías de ciencia ficción, la violencia es tara de mal recuerdo que una alteración devuelve a las pulcras calles y las prolijas maneras sociales, tornándolas al bestialismo. A una amarga verdad. La Sociedad Corporativa sabe que no puede quitarse del Hombre tan nefasto “atributo”, y que reprimirlo, como sea, podría generar una masa de descontento subterráneo que cualquier día estallaría con irreprimible fuerza volcánica. La Sociedad Corporativa no es hipócrita. Sacia las frustraciones individuales, pero manipulándolas merced a un juego brutal.

Ocurre en un entorno controlado y cerrado; no interesa que vaya desmandado por ahí. Las Guerras Corporativas obligaron a sacrificios que un puñado de psicópatas rodadores podrían malograr, fastidiando el costoso invento en torneos descontrolados.

La causa de la rebeldía de Jonathan: ELLA (MAUD ADAMS)
Un Ejecutivo se encaprichó de ella, Jonathan no lo aceptó...
En el Rolleball piensa que está su arma para vengarse
JONATHAN E (JAMES CAAN —concuerdo con él en que no necesitábamos remake de Rollerball—) es el campeón absoluto del juego. Lleva una década rodando en el estadio con forma de ruleta, causando bajas y muertes. En apariencia, su obstinación por jugar y luego negarse a dejarlo, según le mandan “por su bien”, procede del que un Ejecutivo se encaprichara de su esposa, ELLA (MAUD ADAMS), un ejemplo de que este paraíso materialista no es tan salubre ni benéfico como su Propaganda apunta. Pero la causa de su rebeldía es más profunda.

El ciudadano tiene limitadas sus libertades. No vota; sencillamente, obedece sin rechistar lo que el Directorio Ejecutivo, asistido por computadora, decidió. A cambio, obtienen el Rollerball, digamos. Parece haber aún potestad de libre opinión, pero sólo en un ámbito personal o familiar.

Un buen camarada: MUMPI (JOHN BECK), que a la larga
servirá para lanzar una siniestra advertencia a Jonathan
Estamos ya viviendo este mundo. De siempre, ha existido una Autoridad, fruto de la fuerza o el “mandato divino”, según sostenían antes las monarquías. Luego se inventó la democracia, permitiéndonos elegir la pesadilla gobernante a nuestro gusto. Pero esto sucedía en una esfera “local” y por y para gente más o menos “conocida”.

En nuestra procelosa Unión Europea, un anónimo y distante grupo de burócratas legislan sobre nuestras vidas aun contradiciendo tradiciones o costumbres que han hecho estable el país durante siglos. Estos burócratas son esclavos del criterio fijado por un potente lobby económico-empresarial refugiado tras siglas carentes de toda alma.

Las Harleys aportan exotismo al juego, donde prima la
velocidad y la violencia; tienen licencia para matar, aún.
Máximo objetivo: dar espectáculo
La gente, en plata, les importa un carajo a esos burócratas. Dicen, de cara a la platea Propagandística, preocuparse de nosotros. Pero sólo si esto genera beneficios bestiales a las Corporaciones que costean sus privilegios. En absoluto les duele desmontar una factoría rentable aquí para plantarla en Rumanía, donde las condiciones de explotación son mejores para esas Corporaciones, tan humanitarias y comprometidas (con ¿qué?).

¿Qué hacemos con los empleados ahora en paro? Montan el teatrito del reciclado-laboral-mediante-cursos (u otra chuminada similar que atiborra sindicalistas bolsillos) y allá os apañéis cuando termine, dentro de tantos meses. Se organizan unos comicios, para tranquilizarnos y darnos sensación de verdadero control democrático, los payasos de la política (cebados de prebendas Corporativas) hacen sus mítines (nuestro Rollerball) y votamos algo que acaba siendo sospechosamente similar a lo vencido en las urnas… porque era malo.

Disidencia, enfrentamiento, advertencias. Bartholomew no
permitirá que Jonathan amenace la Sociedad Corporativa
con su terca resistencia a abandonar el Rollerball
La gente no protesta, o con suficiente intensidad. Tenemos lo de la “Democracia Real” y adláteres, que, en el fondo, es gente dispuesta a venderse (si no lo hizo ya) por el coche oficial. Forman parte del teatro/Rollerball. Sólo que disimulan algo mejor… por ahora.

Rollerball reseña sobre el eterno enfrentamiento entre DAVID (Jonathan E) y GOLIAT (las Corporaciones), y cómo el David sobre ruedas va descubriendo cómo el titán teme al individuo. El Rollerball se construyó para mostrar que el esfuerzo del sujeto es inútil. Debe cooperar con el grupo para obtener algo, y evitar destacar. La recompensa es uniformemente repartida, a cambio, y así ¡todos contentos!

Lanzados a toda velocidad en el último y decisivo partido.
El cómic ha homenajeado este filme, como recoge un
capítulo de
ALITA: ÁNGEL DE COMBATE
El filme, sin embargo, insta a ¡luchar! en defensa de nuestros derechos inalienables; que vigilemos qué intención posterior tienen cuando nos regalan algo. Nada es gratis. Pero el valiente (terco, en este caso) individualista (el mito norteamericano) Jonathan E, una vez se erige voz disidente de la masa oprimida por la molicie Corporativa, desmontando su “credo” de que el individuo no puede nada por sí solo, ¿qué mundo va a construir? Esto debe tenerse presente también.

Jonathan E no tiene ideario ni programa económico-sociopolítico. Ofendido porque arbitrariamente este neofeudalismo computarizado le robó la esposa, se vengaba machucando rivales en la pista-ruleta. Y encarna el subconsciente anhelo indócil de la Sociedad civil por rebelarse a un poder omnímodo y controlador. Esto, cuan instinto, ya existía en él antes de la separación.

Nada parece poder frenar a un hombre que lucha por una
justa causa. La masa tiene un ídolo, algo que teme la
Sociedad Corporativa. ¡Bien! Pero, y ahora, ¿qué?
Pero ¿qué construirá fuera del Rollerball, al que todo debe? ¿Algo anterior a las Guerras Corporativas? ¿Con derecho a errar? Y ¿cuántos yerros pueden cometerse antes del fatal e irreversible?

Y la gente, realmente, ¿quiere capitanear sus vidas, o prefiere que se las pastoreen? ¿Cuánto duraría el carisma y glamour de Jonathan E fuera del Rollerbal, enfrentado a tener que tomar decisiones cotidianas, pero de ramplón ámbito global?

Vuestro Scriptor.

Otras distopías: