domingo, 1 de junio de 2014

CYBORG — HASTA QUE LLEGÓ VAN DAMME

Afiche lleno de forzudos para cautivar
a una adolescencia que quería dedicarse
a la halterofilia
Suelo ver películas malas; pocas: pudren el cacumen e insertan malos hábitos. Pero, lo peor de estas pelis, es que contienen distintas buenas ideas que se malean, u olvidan, o descuidan, en el corrupto légamo donde yacen; esto es: la producción filmada.

A veces, es la misma propuesta lo sugerente. Y la trama de este inefable filme de ALBERT PYUM (que nos regalara otrora un indescriptible CAPTAIN AMERICA, en la línea —barata— de los SPIDER-MAN del chándal karateka) estima una película mejor que la que sus reales al final codificaron en 35mm. Cierto: no sería cinta reveladora, que conmocionara, pero sí que se recordase con afecto.

Tal vez un SAM RAIMI, maestro de los presupuestos ajustados, o un inspirado JOHN CARPENTER, habrían hecho un Cyborg más plausible y competente. Hasta hubieran dado justa justificación al título, que bajo la batuta de Pyum queda como una extravagancia sin concreta razón de ser, salvo malgastar $ en FX de saldo.

Desagradable fotograma que inculca la pregunta: visto el
conjunto de la película, ¿qué justifica esta intervención?
Cyborg es, ante todo, aparatoso vehículo de lucimiento de un JEAN CLAUDE Van Damme en ascenso. Todavía estaba envuelto en la nebulosa de las producciones baratas, una Serie B entreverada de Serie Z, inevitable estación de penitencia en su carrera hacia el estrellato ¡y más allá! ARNOLD SCHWARZENEGGER fue HÉRCULES, en Nueva York, antes que CONAN, o TERMINATOR.

Sólo que Van Damme quedó encasquillado en la Serie B-casi-Z (de zombi) y filmes de argumento estrambótico que podían colar, no obstante, porque por entonces todos tenían fiebre de cine de realizadores de Hong Kong, y sólo esto ya era pasaporte válido para endosarnos cualquier mierda.

Pues contra todos estos tíos tiene JEAN CLAUDE VAN
DAMME que batirse el cobre y salir aún ileso
Imposible negarle, al de Bruselas, una copiosa actividad, índice de su deseo de prosperar y ocupar, por propios méritos, su lugar en el Olimpo cinematográfico. Pero su sentido de la elección, o bien su propia (in)capacidad para cambiar de registro, se ha mostrado defectuoso.

Valorando su filmografía, puede afirmarse que Cyborg la compendia entera. Ya, en tan prematuro ejemplo, leíamos el porvenir de Van Damme, hombre que pensó poder ganarse a patadas su casa zodiacal en Hollywood. Schwarzenegger puede ser víctima de críticas sobre su registro actoral, pero siempre ha mostrado instinto y versatilidad, con diferente éxito. No siempre procuró ser el cachas mecánico-metálico, o el prehistórico forzudo. Quiso triunfar por más que sus bíceps. Van Damme, no. A patadas, siempre.

Pero no le importa; tiene ese machete y la estresada cara de
"me las pagaréis todas, ¡y las de la próxima película!"
Cyborg, enésima cinta de apoqueclipses, despide referentes que Puym empotró en el argumento a martillazos, esperando obtener un producto bien lucrativo. Cuanto más, actualizó el HASTA QUE LLEGÓ SU HORA de SERGIO LEONE, en un entibado de catástrofe global, jugando también con la iconografía de otro “grande” del western: el SHANE (ALAN LADD) de RAÍCES PROFUNDAS: el misterioso forastero “con pasado” que pretende cambiar, pero…

Pero muy mal todo, porque Pyum orienta las escenas a contiendas en que Van Damme demuestre qué máquina coceadora es, descargando, junto a su refractaria expresión, patadas a los harapientos canallas característicos de estas andanzas de cataclismo y Máximo Estrago.

El malo tiene también cuchillo, no vaya a creerse Van Damme
el único con instrumento cortante del filme
De hecho, esta intención de desmedido/salvaje lucimiento de Van Damme ahoga entero el argumento, que Pyum intentó hacer más glamuroso, de Gran Cine, merced a la cámara lenta y los flashbacks que Leone introdujo en la interpretación de CHARLES BRONSON en su citado filme. Pero surgen las preguntas; para empezar: ¿por qué la doctora PEARL PROPHET (DAYLE HADDON) tuvo que transformarse en cyborg?

No pensaba combatir; no era una TERMINATRIX, modificada para sobrevivir al hostil ambiente. Tampoco era una JANE MNEMONIC para obtener ese remedio a la plaga en Nueva York: sólo contrastaría datos previos. Dependía de un guardaespaldas para su protección. (Y que, al morir, la dejaba a los “tiernos cuidados” del hierático Van Damme, que así explicaba qué hacía en la película.)

Hubo un ayer en que pensaba ser distinto, mejor, pero...
FENDER (VINCENT KLYN) es sólo un canalla unidimensional y rutinario forzudo con absurdas metas presidencialistas y delirios de grandeza. Al menos, HUMUNGUS quería algo inmediato y palpable. Fender brujulea por ahí, con sus Ray-Ban de espejo y pinta de Terminator parsimonioso pensado para poner a Van Damme en bretes que autoricen la violencia y conflictos que abonan la historia.

La violencia de Cyborg no es consecuencia de la trama: es su argumento. El resto, el adorno necesario.

¡Malo! Lo han herido. Pero Van Damme puede superarlo
Cyborg es esparcimiento barato con dosis de violencia gratuita sin ánimo de producir catarsis, como pudiera ser algún conseguido filme de vigilantes. Palpando su contenido, descubres cuántas buenas ideas laterales quedaron embrionarias por la ‘manía’ de Pyum de poner a cocear a Van Damme en situaciones que perseguían una directa deriva: la crucifixión, en plan Conan, del protagonista.

Otro “hito” de emulación planteado para ganarse al personal (poco exigente con el menú visual servido) e incrustar a Van Damme en el martirologio de los que han sufrido mucho antes de salir vencedores.

Vaya, pues le complican aún más las cosas. (A la espera
del buitre que le picotee el trapecio y lo mate de un mordisco)
Ignoro si esto andaba ya planteado en el borrador del libreto, o Van Damme lo sugirió (para eso era el sufrido prota) como añagaza que, pensaron, remarcaría la película. YUL BRINNER, en la muy superior NUEVA YORK, 2012 (otra influencia que toma Pyum, pero a la que no sabe —por negado— dar adecuado tributo), no necesitó ese martirio. E hizo que el filme de ROBERT CLOUSE destaque frente a Cyborg, ¡y mucho!

Tras esa atrocidad, Cyborg (bastante aburrida per se) acaba. Lo que queda es la paliza vindicativa contra un malo sádico tan arrogante como incompetente. Está cantado, son sólo minutos de redundante metraje adobados con presunto “mensaje” y recuerdos de una niñez estragada por la violencia insensata que persiguen impostarnos el que algunos hombres buenos deben cometer maldades para proporcionar un inmenso bien común, y su recompensa es un autoexilio lleno de aflicción e incomprensión.

¡Asombroso! El malo es tan poderoso que, de un solo grito,
logra desviar la patada de Van Damme. O quizás resbaló en
los hinchados músculos, escurridizos debido a la lluvia...
Van Damme ofrece una actuación limitada. No parca, por mor de su personaje. Su rol es todo Van Damme como actor. Pero no es el único de escasas aptitudes histriónicas. El resto del elenco ofrece inconvincentes actuaciones, manidos tópicos mal llevados, víctimas de un presupuesto moderado y un director incapaz de superar sus trabas, exprimir al máximo sus contados recursos y aprender de la experiencia.

Cyborg es como muchas mascotas: reflejo anímico de sus dueños. En este caso, la más destacable mediocridad.

Vuestro Scriptor.

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