miércoles, 11 de mayo de 2011

EL FIN DE LOS DÍAS – ¡LA PELEA, TÍO, LA PELEA!

Afiche americano de EL FIN DE LOS
DÍAS. No, si como tenebroso y chulo,
es, pero...
Pues llega a ser hasta pueril esta película de PETER ATMÓSFERA CERO HYAMS. Aprovechando la supuesta hecatombe que iba a producirse en 2000 (tantas esperanzas y devastaciones acaparaba la fecha; supongo que en el año 1000 andaban los de las malas noticias igual de febriles), los listos de Hollywood urdieron este producto trufado con resonancias de EL EXORCISTA o LA SEMILLA DEL DIABLO para hacer caja. El argumento lo ponía el APOCALIPSIS (que significa REVELACIÓN, no catástrofe definitiva) y Buena Vista Internacional a ARNOLD SCHWARZENEGGER, dispuesto a tundir de una paliza mala y de verdad a la bestia que amenazaba borrarnos del mapa.
El resultado es un rutinario espectáculo. No impresiona (no en sucesivos visionados) ni justifica tener al austríaco de protagonista. Porque su avasalladora estatura y presencia puede servir para TERMINATOR, pero en una historia que tiene más de investigación y hallazgo de sucesivas capas de horror, donde la fuerza física posee relativa importancia, otro actor, más expresivo, no inmenso, hubiera encajado mejor.
ROBIN TUNNEY es la novia de SATÁNAS. La pobre se
lleva casi toda la película con esta carita de pena. Y el
otro rato, asustada y gritando
Hyams enfocó la cinta como un videojuego donde un coloso hostiaba a un monstruo enorme y deforme que, como es tradición, pese a su considerable astucia o inteligencia, es incapaz de vocalizar una palabra: sólo ruge y gañe. (Y digo Hyams por ser la “cabeza visible” de un proyecto que, en principio, pudo ser una idea muy prometedora y luego una serie de ejecutivos manoseó deformándola.) Había unas sombras e inquietantes pasajes, personajes ambiguos y tentaciones de relativa importancia, y un aire indeciso que emulaba al que ALAN PARKER imprimió a FALLING ANGEL, para aparentar inteligencia tras los esteroides. El fin de los días se enfocó al gran combate épico del clímax; el resto era ir rellenando metraje con soplapolleces más o menos aceptables.
ARNOLD SCHWARZENEGGER y KEVIN POLLACK
metidos en un asunto que pronto les vendrá enorme.
El fotograma tiene sigul: la vida de JERICHO es una
escombrera parecida
ROD STEIGER pone el punto sacro a la película apabullando a JERICHO (el papel de Schwarzenegger) con pasajes del Apocalipsis sobre el Fin del Milenio en que SATANÁS será liberado para hacer la puñeta total, pero, ¿qué tiene en mente GABRIEL BYRNE, que encarna al Adversario? Follarse a ROBIN TUNNEY porque la torturada joven debe engendrar a su hijo, que esta vez, ¡menos mal!, no es el ANTICRISTO. ¡Pues vaya meta para un Diablo que debe desencadenar a todos los perros del Infierno en la pobre Tierra y acelerar nuestra destrucción! Justo: esto nos da la medida de la magnitud de la historia que pensaban cobrarnos por ver.
"¡Señora, un respeto! ¡Que soy TERMINATOR!" Este día,
la mitica de GOBERNATOR se me vino abajo, en serio
Quizás, en alguna parte de la cadena de productores de películas, alguien leyó eso del fin de los días, el apoqueclipse absoluto, y se dio cuenta de que sólo Schwarzenegger, todo músculo y rudos ángulos faciales, podía taponar la brecha y al tiempo actuar de ATLAS y cargar sobre sus desarrollados hombros el Universo.  Igual nunca hubo intención de configurar una trama en que se pudiesen mostrar cataclismos definitivos o siniestros rituales para apresurar el Fin, investigaciones que llevasen a los más sórdidos y oscuros recovecos de la vileza y el alma. La paliza final, tío, olvídate del resto, todo vamos a concentrarlo ahí, Peter, ¿te estás enterando? La paliza final, a eso abócate. E Hyams, ¿qué iba a hacer? Dar tralla.
Arnold S y GABRIEL BYRNE en la última tentacíón de
Jericho. (Sotto voce: "Arnold: ¿tú crees que nuestras
carreras sobrevivirán a esta película? Tiene mala pinta.")
Si aceptamos la imagen del Diablo litúrgicamente, incluso como la plasma MICHAEL MOORCOOCK en EL PERRO DE LA GUERRA Y EL DOLOR DEL MUNDO, o hasta como JOHN MILTON la reflejó en EL PARAÍSO PERDIDO, descubriremos que se trata de una criatura antigua, pavorosa por su saber y el rencor que atesora contra Dios y Su Obra, y que lo último que pensaría hacer sería aparecer en el lavabo de un restaurante neoyorkino, dar la nota con una tía calenturienta y luego hacer estallar el local. ¿Por qué? ¿Cómo eso engrosa su “lista de éxitos”? ¿Qué perseguían haciendo esa niñatada? ¿Demostrar que el Diablo es más malo que una caída de espaldas? ¡Pero si ya lo sabemos! ¿No había otro modo más digno de evidenciarlo?
Esto pasa cuando los ignorantes tripulan la nave. Son yonquis del oropel, no del oro: La pelea, tío, Pete, concéntrate en la pelea. Olvida lo otro. No intentes explicar por qué el Diablo necesita guardaespaldas, ni justifiques todo ese metraje donde el doble de Schwarzenegger imita a SPIDER-MAN por los tejados neoyorkinos. La pelea, tío, concéntrate en la lucha.
Arnold y Robin en la guarida de ROD STEIGER. Lo dicho:
la pobrecita mía acojonada un fotograma tras otro. El
austríaco medita las palabras de Gabriel Byrne
El resto es paja, por no decir bazofia. Hyams será un autor eficaz y convincente, con algún verdadero buen trabajo en su carrera, pero esta vez, se limitó a buscar encuadres impactantes y ensamblar sucesivas referencias de otras películas que modificaron para que encajasen en la trama sin dar mucho el cante: ¡vamos, por Dios, que a Terminator le da una paliza una vieja! ¡Que le tira un piano encima casi!
Y Byrne, oh. Sé que seguía el guión, que para eso cobra, pero tiene unos momentos que preferirá olvidar, fijo. Ambos actores pierden los papeles en las secuencias explosivas del metro. Sería interesante saber qué comentaban entre ellos en los descansos, si leían aquellas paridas y se preguntaban si, de verdad, sus carreras necesitaban El fin de los días, y si temían, para sí, que este filme no fuese el fin de sus días como actores. La pelea, Pet, concéntrate en la pelea, tío, olvida el resto.
Byrne acordándose cuando fue UTHER PENDRAGON en
EXCALIBUR (JOHN BORMAN). Qué tiempos aquellos...
Por sobada, es nauseabunda la crucifixión de Jericho. Y ¡cómo Steiger le encuentra! El hombre va como si pasease al perro y, de pronto, se encuentra aquella abominación decorando una pared. Y la pobre Robin Tunney aguantando sobre la losa donde Byrne le tiene que ‘inyectar’ los gérmenes que harán crecer en sus entrañas un diabólico bebé, no sé con qué objetivo real.
La lucha final, en la iglesia, es rutinaria pese a todo. La nutren de luces espectaculares y con el seísmo, del cual surge la bestia deforme que amenaza con engullir de un bocado a Jericho. ¿Contra esa criatura iba a disparar sus armas; y le harían daño? El sacrificio que comete al final el fornido guardaespaldas se adivina desde el primer momento en que nos muestran las estatuas junto al altar. (Eso sí: tiene interés el detalle que sea la del ARCÁNGEL MIGUEL quien traspasa con su espada al Diablo… una vez más.)
El clímax: Jericho contra el volcán. Pues al final, no hay
ni tiroteos ni guantazos. Y vaya imagen sórdida y cutre de
un esplendoroso (aunque caído) ángel favorito de Dios
Si hay una idea de calado en El fin de los días es la tan manida de que “los caminos del Señor son inescrutables”, y por eso le arrebata a Jericho su familia, para tener a un cínico devastado anímicamente y al borde del suicidio (como MEL GIBSON en ARMA LETAL) y cuya estructura moral pueda rechazar al Diablo y sus obras por hastío de lo sobrenatural. La cinta desarrolla la sospecha de que Dios es así de malo, y da tantos e indiscriminados palos, para endurecerte (“lo que no te mata, te hace más fuerte”), y al fin puedas rechazar al Mal por voluntad propia, sin que medie Su intervención para nada. Pues se podía ahorrar las lecciones, la verdad.
No puedo resistirme. Otra instantánea de la tunda. Esto
no tiene perdón de Dios, en serio
Si El fin de los días tiene previsto pasar a la Historia, me cuesta ver con qué virtudes lo hará, sinceramente. Es entretenida la primera vez. La segunda, cambias de canal.
Vuestro Scriptor.
Documentación adjunta: