jueves, 19 de enero de 2017

LORNA, SOMBRAS PERDIDAS — DERRAPA AZPIRI

Portada cósmica para aventuras que
rebosan intimidades poco cósmicas
Quiero empezar esta reseña efectuando una apreciación personal. Cuando, en 2012, decidí aparcar momentáneamente mi actividad literaria para recuperar la gráfica, en dique seco desde 2002 (esa década se hizo notar; menos mal que, por fin, las últimas escamas de ese anquilosamiento están desapareciendo), retomando mi personaje de TERHLI TERANAMI (la hoy mucho más afortunada BIANCA BLAZE), me preocupaba que sus andanzas fuesen tildadas de copia de las del conocido personaje, casi icónico (si no lo es ya), de ALFOSO Azpiri.

Recientes lecturas de Lorna me han permitido respirar tranquilo. Salvo por el reclamo de la silueta sexy, son diametralmente opuestas. En todo. Hasta entonces, conocía la gran reputación del personaje y visto diversas provocativas imágenes. Pero, leer sus tebeos, no. Que no se parezcan: ¡mejor para mí! No podrán acusarme de plagiar a Lorna, emular los pasos de Azpiri por esa compleja galaxia erótica donde suceden los avatares de la rubia de expresión casi inmutable. (No puedo, por otra parte, hacer más grande este comentario sin realizar la comparación entre ambas. Espero se entienda.)

Bárbaros en canoas barbáricas en pos de
un bárbaro botín. Esto, el arranque
Mi neumática Bianca, aunque proceda de un mundo remoto y las haya tenido en varios planetas, desarrolla su acción en el ucrosteampunk Sacro Imperio Católico Hispánico de 1805DC y contra las majaderías del presuntuoso EMPERADOR CATACUMBA. ¡Magnífico! Y, cuando vuelva al espacio, no será por donde transita Lorna. Palabra.

Sombras Perdidas, debo reconocer, es inferior obra de Azpiri. Tiene planchas donde el sexy/cautivador dibujo no consigue situarse al nivel del de LEVIATÁN o ARK, donde asombran muy conseguidas páginas y una definición escultural de Lorna, o la chica de turno con la que íntimamente congenia. Azpiri prioriza, en Sombras Perdidas, esa estela: la hiperactividad sexual de Lorna. Empero, en las historietas citadas enreda con habilidad esta sobreactividad con la trama, permitiendo pensar que lo erótico es otro agraciado complemento, no el auténtico fin.

Acaba haciéndose cargoso ese cruce
entre YODA y UKKO de la viñeta tres
En Sombras Perdidas no ocurre eso. Leemos historieta agotada, llevada a empujones, tirando de CONAN y todo su entorno para sostenerse. Refieren de ciertos artefactos letales diseminados por unos planetas. Configuramos, entonces, una gymkana para recuperarlos por distintas esferas, con sus más/menos sexuales. Todo el relato se agota en ese mundo híbrido de la Era Hyborea con resabios futuristas de BARBARELLA, lo que nos faltaba, y secundarios planos, manidos, mínimos-nimios.

Resulta desagradable resaltar estos defectos a un autor y un personaje tan de mi agrado. Mas los hechos son un hecho, y éste es que el ¡aclamado! Azpiri no ha estado a su altura. Sombas Perdidas parece compromiso apresurado donde lo fió todo a la leyenda (erótica) urbana de Lorna y la querencia por el personaje. La idea parecía: Es un Lorna. Lo comprarán. Fijo. ¿A qué esforzarse? Vamos allá.

Regalos para la vista nos dona el autor,
cosa de agradecer
Esa… desidia me induce hacer esta pequeña digresión, quizás un tanto peregrina. Hay historias que se soportan en que, al ser de género, ya vale todo. Las novelas de JOHN NORMAN sobre GOR, pese a ir de erotismo sadomaso, tienen sin embargo el poder de disimulártelo con parecer un refrito de las proezas de JOHN CARTER en Barsoom. Norman se dice: Aquí: sumisión, látigos, cadenas por un tubo. Pero: diciendo que es una aventura en un fantástico planeta exótico/retrógrado, suavizando los elementos escabrosos, etc., consigo lectores. Ergo: ¡venta$! Astuta técnica. Profesional.

Azpiri, en Sombras Perdidas, ha jugado al erotismo por el erotismo. Sin dar más. Ha confiado en esa fidelidad al personaje para vendernos la moto (lo ha conseguido), pero de un profesional de su talla esperas MÁS. Más actitud Norman, por ejemplo. Maestro, usted ha fallado esta vez. Espero sea una rara avis en su dilatada y laureada carrera.