jueves, 13 de abril de 2017

SEMANA SANTA — OTRA VEZ...

Como te descuides, acabas en un trastero, cambiando el
sentido de tu oración. No sé cuál sería la auténtica reacción
de toda es Humanidad si nos prohibieran Semana Santa,
ajustándonos a, no sé, celebrar acontecimientos políticos
...las calles rebosan fervor religioso, sincero o de compromiso, y elaboradas procesiones inciensan las vías según se disparan innumerables flashes de las cámaras o los celulares. Palpita el sentido, según tambores y cornetas invaden los rincones más mínimos-nimios de los hogares por donde las ornamentadas cofradías pasan. El sector hostelero, este año al menos, frota jubiloso sus manos. ¡Ventas! ¡Ocupación! ¡Turismo desbocado! Tradición, religión y lucro: aunados durante siete días.

Hace algún tiempo, una lideresa política propuso la abolición/extinción de tan señalada celebración por mor de su ostentosa naturaleza religiosa. Vivimos en un Estado ora aconfesional, ora laico, y esto de consagrarnos a los fastos de una antigua confesión ofende ciertos sentimientos.

Otra lideresa política saltó como una tigresa para defender la Semana Santa en virtud a los fuertes ingresos que produce, amparándose lo suficiente empero en el corte religioso/tradicional que las jornadas presentes poseen. Hay algo de interés personal en la conservación. Gusta de la Semana Santa, la disfruta como puede, se honra de comparecer ante las cámaras para que la población afecta a estas fechas, aunque no sea votante, vea comulga con su emoción, y ante la duda, les vote. Es de los nuestros, en el fondo, pueden pensar.

Fíjense el mogollón de Humanidad (otra vez) que ¡clama!
por la imagen. El negociazo inherente a todo esto. ¿De
veras debe ser sacrificado por mor de una mal entendida
modernidad?
Debo reconocer que estas personas laicas que solicitan la extinción de las festividades religiosas (muy acendradas en nuestro país; tradicionales, por tanto) me inquietan, pues ¿por qué vamos a sustituirlas? (¡Que perdemos días de vacaciones, muchachos!) Leí la opinión en un diario de una persona de éstas que solicitaba ajustasen las fiestas religiosas a sucesos laicos. Perplejo quedé: ¿cuáles? ¿Qué vamos a celebrar, en lugar del Jueves Santo?

No se me ocurren más que fechas o sucesos con tinte de disparate. ¿El nacimiento de EINSTEIN, la proclamación de la Revolución Francesa como hito internacional que inauguró los Estados democráticos modernos; el Cuatro de Julio; el golpe de estado de FIDEL CASTRO? ¿Cosas parecidas? O sea: ¡nos desembarazamos de nuestras tradiciones, con su fuerte arraigo y carga de identidad cultural, para festejar acontecimientos foráneos! De puta madre magistral/laico.

Esto está muy arraigado entre nosotros. No sé si quienes
quieren eliminarlo son conscientes de su poderoso calado
Por otra parte, renunciar a esto es arrancar parte de nuestra propia esencia. ¿Qué pretenden imponernos: ese mecanismo productivo calvinista donde manda sobre todo amasar dinero, perdiendo de paso calidad de vida? Nos animan a tener cada vez más calidad de vida, aunque ya ven: ¡piden nos equiparemos con países laicos donde la calidad de vida se reduce a un trabajo avaricioso incesante que produce un infarto a los cincuenta años! ¿Qué has vivido; cuál fue tu calidad de vida?

No soy de Semana Santa. Pero aún menos de esta oleada ‘innovadora’ de su abolición o sustitución por entramados laicos sin base histórica, o tradicional, o de identidad local, que semeja más un capricho rabioso por afrentar que lógica argumentada. La multiculturalidad supone la extinción de la cultura propia, el desdibujo del individuo, que debe ser de todo sacrificando sus raíces. Sin ellas, ¿cómo va a prosperar?