domingo, 3 de diciembre de 2017

BODYCOUNT — PARA DESCEREBRADOS, DICEN

Abigarrada portada de una miniserie
de bajos fondos que acaba produciendo
indiferencia (o hastío)
Este parecer lo leí en otro blog. De entrada, parece un fuerte adjetivo insultante lanzado al desprecio del colectivo por una eminencia de la opinión y el tebeo que considera muy inferiores a la mayoría de quienes comparten su filia por las viñetas. Conviene resaltar que seres así existen, cuyo severo juicio implacable semeja al de un juez del Radamanto, sujeto al que imagino sobre un estrado administrando admoniciones sin compasión. Un freakie, en el fondo, con el suficiente refinamiento empero como para poder disimular tal condición.

También hay sosegados opinadores que emiten veredictos similares pero desde un ángulo ponderado, razonado, son atinados. Por alguna razón, esta segunda categoría (la buena) es la que menos seguidores cosecha. Quizás porque su mordiente no es tan ácido como el del primer grupo, que posee la habilidad, encima, de acaparar fans. El problema subyace en que la inteligencia media no es tan alta o de tal calidad como esperamos. Hay más afán de bronca que de reflexión.

De ahí el permanente estado de ánimo incendiario de las redes sociales, que lejos de apreciar qué democratización supone internet les sirve sólo para lapidar a quien opine distinto. Es una brutal herramienta del más extremo populismo, no el vehículo de promoción/comunicación al que parece destinaron estas redes sociales.

Va de tiros Tiros TIROS sin parar y
poca trama que masticar. BISLEY
intenta hacérnoslo más digerible
[Por suerte, descubrí que el número de tales peligrosos agitadores es pequeño, aunque sí contumaz. Logra hacer mucha espuma debido a su muy resonante actividad constante. Cuando decides ignorarles, ves cómo su virulento ODIO les consume y destruye, reduciéndolos a un esperpéntico esqueleto tricolor.]

Pero al tema: en efecto, pese a la dureza del término, Bodycount, otra ‘gracieta’ del tándem KEVIN EASTMAN/SIMON BISLEY, es para descerebrados... o lectores muuuuy indulgentes. Confieso que me enganchó el que fuese Bisley el autor de las viñetas, porque estaba fresco ese SLÁYNE fantásticamente pintado, junto al gamberrismo iconoclasta de LOBO (que fue decayendo tras la primera miniserie).

Bodycount podía haberse ideado como hábil sátira (lo intenta, pienso concedérselo) de los exagerados tiroteos de las películas de Hong-Kong que, por entonces (Década 90), desembarcaban en los videoclubs, establecimientos en vías de extinción hoy. CHOW YUN FAT ni paraba para recargar sus calibres hirvientes y la megamatanza nos dejaba zombies un rato. La moda nos pudo; pero siendo eso, moda, también declinó. Ha dejado una desagradable secuela en el cine de acción en general, no obstante: la de re-matar a un tío con veinticinco balas o más. No lo he estimado, ni entonces preso del auge de la moda, un recurso espectacular, sino puro sadismo. Proclives a él, ¡ha sabido perpetuarse!

Fatal enfrentamiento fratricida final.
Y te quedas preguntando ¿qué, ahora?
Bodycount desaprovecha no obstante la oportunidad de la elaborada ironía (limitaciones de Eastman) para relatar un feroz enconamiento entre hermanos mafiosos causado por un malentendido. Aaparecen, para darle a esto pálida enjundia, una de las inefables TORTUGAS NINJA, junto al tal CASEY JONES, que Bisley boceta como Sláyne/Lobo. Bisley sí intenta darle, a su línea, trazo paródico. Estira/distorsiona las figuras, sin conseguir llegar al entrañable humor gráfico tipo TEX AVERY o CHUCK JONES que parece pedían estas páginas.

Son figuras exageradas, contrahechas, que esperan lanzarnos una humorada, pese a que nuestros ojos siempre acaben reposando en la neumática versión de JULIE STRAIN (esposa de Eastman, creo) según iba preparándose para posar en F.A.K.K. 2. Y ya está. Sanseacabó. Apenas más puede contarse de una alocada miniserie que tiene tiros para reventar y sólo la querencia por el salvaje trazo de Bisley prende (dudo que lo haga ya tanto) lo suficiente para adquirirla… y luego lamentarlo.

[Pensaba escribir sobre que Bodycount era ejemplo del declive narrativo del tebeo de acción que sufrió Década 90, con la hiperviolencia y el erotismo fetichista y tal en ON que hoy condena las publicaciones. Pero, en justicia: también antes hubo pésimo cómic y cargar las tintas contra Bodycount no hubiera sido honesto.]